Dos estatuas, un concepto.
De niño mi madre me llevaba al Capitolio de La Habana. La gran escalinata principal me impresionaba fundamentalmente por la presencia de dos estatuas. Una a cada lado de la escalinata. Dos estatuas enormes, impresionantes, ciclopeas en proporción a mi pequeño tamaño de entonces.
Ambas me daban miedo.
Una más que otra.
Pasó el tiempo, crecí y entendí lo que simbolizaban ambas estatuas.
Muy a tono con el espíritu grecolatino se trata de personificaciones de intangibles.
Ambos son las características fundamentales que debe tener un gobernante.
La valentía de enfrentar al pueblo
Esta estatua era la que más miedo me daba. Posiblemente por el casco y la espada. Es curioso que una representación de la oratoria sea una mujer armada.
Y claro, la oratoria es un arte que maneja por igual el enfrentamiento y la seducción. Sin embargo, esta mezcla de atributos masculinos en un cuerpo femenino mre resulta ahora extremadamente sexy.
La voluntad de trabajar por el pueblo
Lo interesante de esta personificación siempre me pareció que la figura masculina y musculosa tenía a su lado cañas de azúcar y una mocha. Todo muy cubano dentro de lo grecoromano de la estatua.
Característica esta (la de trabajar por el pueblo) que muchos gobernantes ignoran. De ahí la importancia de esta estatua.
Por ende, estos gobernantes interpretan que esos símbolos del capitolio solo representan fiesta y pachanga en el país de la siguaraya. Saludos cordiales 🏝️
En efecto.