Pelos largos / Long Hairs

Una hermosa tarde de viernes para todos los escritores libres que han encontrado un nicho nondadoso en #Ecency y el agradecimiento para todos los Hivers que nos leen.

Hoy quisiera compartirles uno de mis cuentos eróticos, que aparece incluido en el libro Las Bocas de la Noche, publicado por la editorial mejicana La Orilla Oscura.

Adjunto un video a este post donde hago lectura, precisamente de Pelos Largos, historia que a continuación les comparto. Espero que lo disfruten. Un abrazo a todos.

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https://youtu.be/BA3KQaszXSU?si=8LE6X_blKh9yUa7x

Pelos largos

“Hemos inventado nuevos nombres para el vino y para la risa, para las miradas y sus terribles caminos”.

Alejandra Pizarnik

— El tren viene con dos horas de retraso —me dice el muchacho sentado junto a mí en un banco del andén.

Algunos cabellos recogidos a medias en una coleta improvisada le caen sobre el rostro. Lleva un pulóver medio desteñido, pantalón mezclilla y unas botas cuadradas sin lustrar. Su aspecto es bastante desaliñado, al descuido, como si quisiera decir: este soy yo y me importa un carajo las apariencias. Entre sus manos, abierto de par en par, lleva un libro de Pizarnik y me sorprende, es raro que a un hombre le guste ese tipo de poesía, así que debe ser algún bardo perdido, un nómada al que nadie espera. Los poetas suelen ser extrañamente gustosos, un poco dulce, tal vez, pero se deshacen en el paladar al mínimo roce de la lengua sobre su carne.

— ¿Te gusta la Pizarnik o solo llevas su libro para impresionar? —pregunto por romper el hielo y él se anima de inmediato.

— Me gusta, creo que es la mejor de su tiempo. Un espíritu solitario, una incomprendida, como yo.

— Me gusta.

— ¿La Pizarnik?

— Tu cabello, Abel, lo cierto es que siempre he tenido debilidad por los hombres de pelo largo —digo sin miramientos y me permito una sonrisa. Sé que va a preguntarme como supe su nombre, pero le ahogo las palabras robándole un beso largo, repentino.
Prometí que no volvería a hacerlo, que escaparía de este pueblo lo antes posible y no miraría hacia atrás. Pero el chico tiene un aire delicioso de escritor, de bohemio, de alma perdida. Estoy segura de que no le interesa a nadie y le extiendo mi mano. Demora unos segundos en comprender, hasta que le susurro: “Ven”.

Y me largo con pasos lentos del andén, de la estación, de la gente. El me sigue, sabía que lo haría.

Apenas puede verme porque la habitación del motel está semi-oscura, pero sé que puede sentir mi cuerpo como quema y los dientes hincándose despacio en su carne. Mis labios van dejando rastros de humedad en los dedos de los pies, las rodillas. Me poso entre sus piernas, lamo un rato su falo jadeante y continúo escalando. Presiono suave el hueco pequeño de su vientre con el índice mientras le muerdo los labios, el pelo, la cabeza. El aprieta mis nalgas y susurra mi nombre. Entonces, la uña dura como punta de marfil rompe el cráneo y el olor que llega fuerte me incita a morder. La masa pastosa y sangrante desaparece dentro de mi boca y aun los pedazos que caen sobre la cama, son barridos por mi lengua torcida. Su pene sigue erecto y los ojos fijos, clavados en el techo. Por el cuello y entre las tetillas le corre el líquido oscuro que se detiene y estanca más abajo.

Me largo a la estación sin voltear la mirada ni una sola vez. El tren llega con sus dos horas de retraso y lo abordo.

Un muchacho se acerca guitarra en mano y se acomoda a mi lado.

— ¿Molesto?

— No. Te esperaba, Manuel —va a preguntar como sé su nombre pero el tren se pone al fin en marcha y respiro aliviada—. ¿Por qué lo ocultas? —le digo de repente.

— ¿Que?

— Tu pelo, Manuel.

— Ah, nada, costumbre creo.
Se quita la gorra y el pelo le cae a mitad de la espalda. Prometí no volver a hacerlo pero, al final, ya me voy de este pueblo y siempre he tenido debilidad por los hombres de pelo largo.

— Eres hermoso —susurro

— ¿Quieres que toque algo para ti? —pregunta tímido. Accedo y el raspa la guitarra— “Yo quisiera ser tan dulce como un caramelo en tu boca…”

El tren corre como si intentara recuperar las horas de retraso. Dentro, casi todos duermen, afuera, comenzaba a morir la tarde.

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Este cuento es de mi autoría, la foto me pertenece y los banners fueron creados en Canva.

https://images.ecency.com/DQmUJDibgVv7QpnG7cFRyL8RrNKwrY4Tkx4636U9mec4jSH/img_8206.gif

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A beautiful Friday afternoon for all the free writers who have found a unique niche in #Ecency and thanks to all the Hivers who read us.

Today I would like to share with you one of my erotic stories, which appears included in the book Las Bocas de la Noche, published by the Mexican publishing house La Orilla Oscura

I attach a video to this post where I read, precisely about Long Hair, a story that I share with you below. I hope you enjoy it. A hug to all.

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https://youtu.be/BA3KQaszXSU?si=8LE6X_blKh9yUa7x

Long Hair

“We have invented new names for wine and for laughter, for looks and their terrible ways.”

Alejandra Pizarnik

—The train is two hours late — the boy sitting next to me on a bench on the platform tells me.

Some hair, half tied up in a makeshift ponytail, falls into her face. He is wearing a half-faded sweater, jeans, and unpolished square boots. His appearance is quite disheveled, unkempt, as if to say: this is me and I don't give a damn about appearances. In his hands, wide open, he carries a book by Pizarnik and it surprises me, it is rare that a man likes that type of poetry, so he must be some lost bard, a nomad that no one expects. Poets tend to be strangely tasty, a little sweet, perhaps, but they melt on the palate at the slightest touch of the tongue over their flesh.

— Do you like Pizarnik or are you just carrying her book to impress? —I asked to break the ice and he immediately perked up.

— I like her, I think she’s the best of her time. A solitary spirit, an incomprehended one, like me.

— I like her.

— Pizarnik?

— Your hair, Abel, the truth is that I've always had a weakness for long-haired men —I say unabashedly and allow myself a smile. I know he’s going to ask me how I knew his name, but I stifle the words by stealing a long, unexpected kiss.

I promised I wouldn’t do it again, that I’d escape from this town as soon as possible and not look back. But the boy has a delightful air of a writer, of a bohemian, of a lost soul. I’m sure no one is interested in him and I extend my hand. It takes him a few seconds to understand, until I whisper: "Come".

And I head off with slow steps from the platform, from the station, from the people. He follows me; I knew he would.

He can barely see me because the motel room is semi-dark, but I know he can feel my body burning and teeth slowly sinking into his flesh. My lips are leaving traces of moisture on my toes, knees. I land between her legs, lick her panting phallus for a while and continue climbing. I gently press the small hole in her belly with my index finger while biting her lips, hair, head. He squeezes my buttocks and whispers my name. Then, the hard nail like an ivory tip breaks the skull and the strong smell incites me to bite. The pasty, bleeding mass disappears into my mouth and even the pieces that fall on the bed are swept away by my crooked tongue. His penis is still erect and his eyes are fixed, fixed on the ceiling. Dark liquid runs down his neck and between his nipples and stops and stagnates below.

I leave for the station without looking away even once. The train arrives two hours late and I board it.

A boy approaches with a guitar in hand and settles down beside me.

— Am I bothering you?

— No. I was waiting for you, Manuel —he is going to ask how I know his name, but the train finally starts moving, and I breathe a sigh of relief—. Why are you hiding it? — I suddenly say.

— What?

— Your hair, Manuel.

— Ah, nothing, I think it's a habit.

He takes off his cap, and his hair falls to the middle of his back. I promised not to do it again, but in the end, I’m leaving this town, and I’ve always had a weakness for men with long hair.

— You are beautiful.

— I whisper.

— Do you want me to play something for you? —he asks shyly. I agree, and he strums the guitar — “I wish I could be as sweet as a candy in your mouth..."

The train speeds as if trying to make up for lost time. Inside, almost everyone is sleeping; outside, the afternoon begins to fade.

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This story is my own, the photo belongs to me and the banners were created in Canva.