El día que nacieron Elena y Lisa, el sol se negó a salir, una tormenta terrible azotó el hospital, y los gritos de la madre se mezclaron con el sonido del viento. Lisa llegó al mundo con un llanto vigoroso, sus pequeños pulmones luchando por el aire, mientras que Elena, sin embargo, permaneció en silencio, su pequeñito cuerpo, aunque perfecto en forma, no mostraba signos de vida, de pronto y luego de que una ardua tarea de los médicos, estaba de vuelta, la pequeña había llorado.

Pero la vida de Elena no había sido fácil, nunca se recuperó de haber llegado a este mundo con tanta dificultad, su corta vida estuvo signada por médicos y hospitales, y tras una larga batalla a la edad de 7 años lamentablemente falleció, desde ese momento la tragedia se posó sobre la familia, una sombra oscura que nunca se disipó y que era solo el inicio de lo les tocaría vivir.

​Los padres de las gemelas, destrozados, poco a poco hicieron todo lo posible por seguir adelante con sus vidas, Lisa, la otra gemela era una niña hermosa y curiosa, pero siempre se le notaba un vacío, una ausencia palpable en su vida, a menudo, sus padres la encontraban hablando sola en su habitación, susurrandole a una presencia invisible, al principio sus padres lo atribuyeron a la imaginación de la pequeña, un mecanismo para lidiar con la pérdida de su hermana. Pero con el tiempo, los "juegos" de Lisa comenzaron a volverse extraños, pasando después a ser inquietantes y, finalmente, bien terroríficos.

​Todo empezó con incidentes pequeños y aislados, juguetes que se movían solos, a la vista de los padres, objetos que desaparecían y reaparecían en lugares imposibles, Lisa siempre juraba que Elena era la responsable, que su hermana jugaba con ella, "Elena quiere que hagamos travesuras", esbozaba con una sonrisa que parecía reflejar un conocimiento macabro.

​Una tarde, mientras Lisa jugaba en el jardín, el gato de la familia, un dócil siamés llamado coco, apareció muerto en el porche, su cuello se hallaba torcido de forma extraña, casi de manera antinatural, y una risa infantil resonaba en el aire. Los padres de Lisa al ver la escena quedaron horrorizados, Lisa, sin embargo, no mostró ninguna emoción.

"Elena se molestó porque Coco la ignoraba", explicaba la niña con calma, sus ojos fijos en un punto invisible más allá del porche de la casa.

Desde ese instante ​el verdadero terror se apoderó de aquella casa con cada incidente por lo que los padres instalaron cámaras de seguridad, buscando dar una explicación lógica a los sucesos que allí pasaban, pero siempre era lo mismo, capturaban a Lisa, sola, realizando los actos más depravados y siempre simulando hablar con alguien. Una noche, el padre de Lisa se despertó al escuchar un sonido metálico, bajó las escaleras para encontrarse a Lisa en la cocina, con un cuchillo de carnicero en las mano, tallando extraños símbolos en la mesa de madera. "Elena me dijo que lo hiciera", murmuró, con la mirada perdida en la oscuridad, el padre, aterrorizado, corrió y trató de quitarle el cuchillo, pero Lisa lo arañó con una fuerza que una niña de 7 años no podría tener, mientras sus ojos brillaban con una luz maligna.

Poco a poco ​los eventos se fueron intensificando, la gente del pueblo empezó a murmurar sobre la casa de los Salazar, hablaban de la niña solitaria y los extraños sucesos que la rodeaban. Un día, la abuela de Lisa, una mujer dulce y amable, vino a la casa de visita desconociendo todo lo que allí acontecía con la niña.

Una noche, mientras todos dormían, la abuela fue arrastrada fuera de su cama, por una fuerza invisible, lanzandola por las escaleras, dejándola tendida en el suelo, con el cuello roto, Lisa fue encontrada de pie encima del cuerpo de su abuelita, con una sonrisa de complicidad en su rostro. "Elena quería jugar con ella", dijo, "pero la abuela no quiso levantarse, así que ella la levantó".

​Los padres de Lisa, desesperados y aterrados por la serie de sucesos, finalmente decidieron internarla en un hospital psiquiátrico, los médicos en su evaluación, no encontraron ninguna explicación médica para su comportamiento, ella era una niña en apariencia normal, un poco distante pero extrañamente madura para su edad. Los incidentes no pararon, le siguieron hasta el hospital, con su sola presencia las luces parpadeaban, los objetos volaban, y otros pacientes informaron escuchar susurros y risas fantasmales por la noche, desde la llegada de Lisa al lugar.

El Dr. Mirabal, fue asignado al caso de Lisa, era un hombre escéptico, acostumbrado a los males de la mente humana más complejos, difícil de engañar; evaluó a la pequeña, pero lo que encontró en Lisa lo perturbó profundamente. Durante sus sesiones, Lisa hablaba de Elena, describía como si ella estuviera sentada a su lado, describiendo sus deseos y sus frustraciones. "Elena está molesta porque nadie puede verla", le dijo Lisa una vez en su consultorio, "quiere que hablen de ella, quiere ser real".

Una noche, mientras el Dr. Mirabal revisaba los archivos del caso de Lisa en su oficina, la temperatura de la habitación bajó bruscamente, tanto que pudo ver su aliento en el aire helado, y un escalofrío le recorrió la espalda. Luego, un susurro gélido resonó en la habitación, un lamento triste pero lleno de ira. "No la entiendes", dijo la voz, "ella no está loca, solo quiere que yo exista". El Dr. Mirabal sintió una presencia detrás de él, una fuerza fría y malévola que le erizó los cabellos de la nuca, al darse la vuelta lentamente, sus ojos no creían lo que veían, allí, flotando a pocos centímetros del suelo, vio una figura translúcida y etérea, una niña pequeña con ojos vacíos y una expresión de infinita tristeza y rabia contenida idéntica a Lisa, no había duda era Elena.

​El Dr. Mirabal, un hombre de ciencia y lógica, estaba allí, paralizado por el miedo, mientras que la figura de Elena, extendió una mano hacia él, sus dedos translúcidos vibrando con una energía oscura. "Ella es mi extensión", susurró la voz, "mi única forma de vivir y nadie nos la quitará", de pronto así como había aparecido, desapareció con la misma rapidez, dejando al Dr. Totalmente confundido, analizando qué había sucedido.

​En los días siguientes, el hospital psiquiátrico fue testigo de una serie de eventos sobrenaturales sin precedentes, los pacientes entraron en un frenesí de terror, las luces explotaban, las alarmas sonaban sin razón aparente, Lisa, sin embargo, permanencia imperturbable, su rostro pálido y sus ojos brillantes con un extraño rostro de satisfacción.

​Una noche, mientras el Dr. Mirabal se encontraba de guardia en el hospital, se quedó dormido, de pronto despertó en su cama, su corazón latiendo como un tambor, sintió la misma presencia de la vez anterior, pero esta vez, la voz de Elena no susurró, sino que gritó, un lamento lleno de furia y desesperación. "¡Quiero vivir! ¡Quiero sentir! ¡Quiero ser yo misma!"

​El Dr. Mirabal se levantó tembloroso y miró por la ventana, en el jardín del hospital, bajo la pálida luz de la luna, Lisa estaba de pie, con los brazos extendidos hacia el cielo, sus ojos estaban cerrados, y una sonrisa macabra se extendía por todo su rostro, lentamente, la figura translúcida de Elena comenzó a descender del cielo, fusionándose con el cuerpo de Lisa, las dos se entrelazaron, sus formas se superpusieron hasta que solo quedó una.

​Cuando Lisa abrió los ojos, ya no eran los suyos, eran los ojos de Elena, llenos de un dolor ancestral y una malicia recién descubierta, la sonrisa en su rostro se profundizó, revelando una dentadura demasiado afilada.

En ese momento, el Dr. Mirabal supo que Lisa ya no existía, la hermana que había fallecido había reclamado su lugar, y con ella, un terror que el mundo nunca antes había conocido.

​La historia de Lisa y Elena se perdió en los archivos del hospital psiquiátrico, un expediente lleno de eventos inexplicables y muertes misteriosas, algunos dicen que Lisa escapó, y que deambulaba por el mundo, que era un recipiente para la ira y la amargura de su hermana muerta.

Otros afirmaban que todavía está en el hospital, una sombra en los pasillos, susurrando el nombre de Elena, un lamento silencioso que sigue atormentando a todos los que lo escuchan, y en las noches de tormenta, cuando el viento aúlla como un alma en pena, se dice que puedes escuchar dos risas, una clara y vivaz, la otra etérea y escalofriante, fusionándose en una melodía de terror espeluznante.