A magical afternoon

A few days ago, I went out with my dad in the afternoon to buy some vegetables. The heat of the day was beginning to dissipate, and a gentle breeze accompanied us as we walked through the city. We didn't have a plan; we simply decided to go shopping and chat a little. However, that afternoon transformed into something special, almost magical, thanks to the twilight lights.

The sky began to tinge with orange, pink, and gold hues, as if someone had spilled paint on the clouds. I couldn't help but see the world through the imaginary lens of a camera. Every angle, every shadow, every reflection of light on the leaves of the trees along the city streets spoke to me in the language of composition.

It was impossible not to stare. The light fell softly on my dad's face, highlighting his features with a warmth that moved me. I felt I had to capture that moment, so I took my phone out of my pocket and started taking pictures. They weren't just photos of the landscape, but of him walking, of beams of light and elongated shadows on the ground, of the trees silhouetted against the fiery sky.

The city and its atmosphere were perfect; the soft light of the sunset enveloped everything in a golden warmth that made everything that until then had been ordinary or commonplace seem sublime.

My dad was curious to see me so excited, enjoying the simple things. We continued walking while I continued to capture with my lens that ephemeral light that, without saying a word, painted a poem about the city.

I observed the contrasts, the natural frames formed by the tree branches and the streets, the balance between light and shadow and the tones, as if the facades of the houses had been arranged for an intimate photo shoot.

That afternoon we didn't do anything extraordinary, but I will always remember it for what it made me feel: connection, calm, and the unexpected beauty that is sometimes revealed in the most mundane details. When I returned home, I reviewed the photos and knew I had captured more than just a landscape. I had captured a moment of shared happiness.

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******Una tarde mágica******

Hace unos dias, salí con mi papá en la tarde a comprar algunas verduras. El calor del día comenzaba a disiparse, y una brisa suave nos acompañaba mientras caminábamos por la ciudad. No teníamos un plan, simplemente decidimos salir a realizar las compras y conversar un poco. Sin embargo, esa tarde se transformó en algo especial, casi mágico, gracias a las luces del crepúsculo.

El cielo empezó a teñirse de tonos naranjas, rosados y dorados, como si alguien hubiera derramado pintura sobre las nubes. No pude evitar ver el mundo a través del lente imaginario de una cámara. Cada ángulo, cada sombra, cada reflejo de luz sobre las ojas de los árboles de las calles de la ciudad me hablaban en el lenguaje de la composición.

Era imposible no quedarse mirando. La luz caía suavemente sobre el rostro de mi papá, resaltando sus rasgos con una calidez que me conmovió. Sentí que debía capturar ese momento, así que saqué el celular del bolsillo y empecé a tomar fotos. No eran solo fotos del paisaje, sino de él caminando, de haces de luz y sombras alargadas en el suelo, de los árboles recortados contra el cielo encendido.

La ciudad y su ambiente eran perfectos, la luz suave del atardecer envolvía todo con una calidez dorada que hacía que todo lo que hasta ese entonces era ordinario o común, pareciera sublime.

Mi papá se sentía con curiosidad al verme tan entusiasmada disfrutando de lo simple. Seguimos caminando mientras yo seguia cazando con la lente esa luz efímera que sin decir palabra dibujaba un poema sobre la ciudad.

Observaba los contrastes, los encuadres naturales formados por las ramas de los árboles y las calles, el equilibrio entre luz y sombra y las tonalidades, como si las fachadas de las casas se hubieran arreglado para una sesión de fotos íntimas.

Esa tarde no hicimos nada extraordinario, pero la recordaré siempre por lo que me hizo sentir: conexión, calma, y la belleza inesperada que a veces se revela en los detalles más cotidianos. Al volver a casa, revisé las fotos y supe que había capturado algo más que un paisaje. Había atrapado un instante de felicidad compartida