Beauty after beauty / La belleza después de la belleza (eng-esp)

Hello, my Ladies!

Although it may seem capricious, our perception of beauty has also been shaped as an evolutionary tool. Reason has a difficult relationship with beauty, as it comes in part from the depths of the being, where reason struggles to reach out and is afraid of falling.

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But how is something that can become a source of bad decisions useful to our evolution? An anthropologist might explain that bodies considered beautiful are those that best withstand the physical labor required to maintain a home in men, and those that best withstand pregnancy and motherhood in women.
The instinctive repulsion toward defects in body shape and atypical behavior in individuals could be a kind of instinct against hereditary defects or acquired diseases.
But this is the beauty of encounter.

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There is another kind of beauty that is harder to recognize, the kind we can't find in photos of strangers who don't remind us of anyone. And no, it's not found on the inside, nor is it invisible to the eye.
The first thing is that, as time passes, the beauty of other people, even what we may have, fades in our perception.
Accustomed to ourselves and our company, we begin to look toward what we don't have, toward what we consider more beautiful than ourselves or those who share their lives with us.
A teenager with a perfect physique may not only not value his appearance, but may even loathe it, because he's grown accustomed to it and is now interested in the appearance of his role models. Then, as he grows older, he'll become increasingly enamored with his past appearance. We may have a beautiful partner, and over the years, no longer appreciate her beauty with the same intensity.

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But the curious thing is that the same thing can happen to a person of ordinary appearance, even somewhat ugly, not by the standards of the media, but by what a person instinctively considers desirable.
That person whose appearance we dislike, if we give ourselves the opportunity to live with them, will seem less ugly over time. We get used to their physical features, and they end up not seeming unpleasant to us, just normal.
Does this mean that beauty or ugliness is lost with the habit of seeing someone? I don't think so. What happens is that, once we get to know the person, the sensation of beauty no longer needs direct impressions and moves to other areas.
This is where a rule comes in that is less important at first, but soon becomes increasingly so.
Beauty is what makes us happy. Ugliness is what makes us feel bad.
It's no longer that something makes us happy because it's beautiful, it's that we perceive something as beautiful because it makes us happy.

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This is why someone might consider a place that at first glance seems empty and cluttered to be in good taste, or why a carefully decorated place might seem more horrible than it is if it has been the scene of unpleasant experiences.
The plump, middle-aged teacher might seem nice to us in our memories, while we can't even stand looking at photos of an ex who is always dressed up.
An Asian proverb says that no child considers their mother ugly, but it remains to be seen whether this takes into account the moments when that mother terrifies them and they don't even have the courage to look at her face.

The beauty of things, as they become familiar, passes into the relationship we have with them, not so much into their outward appearance, but both sensations are contaminated without us realizing it.

It's also common to idealize a situation we no longer suffer because we've moved beyond it.

If we were in a time of illness, financial hardship, or a bad relationship, once we move beyond it, we see it in retrospect as better than it was, because we remember it with the feeling of well-being of the present, not the discomfort of that past, and we only focus on the time someone kept us company, or a friend helped us.
It may also happen that we are very unhappy with a present that later, over time, we discover was concealing a happiness we now yearn for.

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So, perhaps it's wise to accept into our lives, if we have the option, whoever treats us best, or at least hold on to the moments when we were treated well.
Perhaps, if we can't afford them, we don't need very expensive objects and places, but rather endearing objects and places where we feel comfortable.
Something expensive can even cause us discomfort, due to the efforts we have to make to pay for it, so it may end up seeming unpleasant over time, in a contradiction that we can't always understand.
In this case, we, not society, are the only ones who can determine the degree of value and beauty of things. Others wouldn't know how to make those decisions for us, and we should only be guided by them in general terms.
So, look in the mirror.

Take a picture of yourself from time to time. Create pleasant memories with those close to you. Take the time to appreciate the places you frequent and have grown accustomed to ignoring.
You will remember that, despite the problems of the present, it is possible to find beauty in them. If you perceive life as a miracle, it will amaze you.

If you perceive it as a wound, being in it will seem like an act of incomprehensible cruelty.

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En español

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Hola, amigas mías.

Aunque puede parecer caprichosa, nuestra percepción de la belleza se ha ido conformando, también, como una herramienta evolutiva. La razón tiene una relación difícil con la belleza, ya que esta viene en parte de las profundidades del ser a donde la razón le cuesta alargar los brazos, y tiene miedo de caer.

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¿Pero cómo es que algo que puede llegar a ser una fuente de malas decisiones es útil para nuestra evolución? Es posible que un antropólogo pueda explicar que los cuerpos tenidos por bellos son los que mejor resisten, en los hombres, las labores físicas necesarias para mantener un hogar, y en las mujeres, los que mejor pudieran resistir el embarazo y la maternidad.
La repulsión instintiva a los defectos en la forma del cuerpo y los comportamientos atípicos de los individuos pudiera ser una especie de instinto contra las taras hereditarias o las enfermedades adquiridas.
Pero esta es la belleza de encuentro.

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Existe otro tipo de belleza más difícil de reconocer, aquella que no podemos encontrar en las fotos de desconocidos que no nos recuerden a nadie. Y no, no está en el interior ni es invisible a los ojos.
Lo primero es que, a medida que pasa el tiempo, la belleza de las otras personas, incluso la que podamos tener, se va limando en nuestra percepción.
Acostumbrados a nosotros y nuestras compañías, comenzamos a mirar hacia lo que no tenemos, hacia el que consideramos más bello que nosotros o quienes comparten su vida con nosotros.
Un adolescente con un físico perfecto puede no solo no valorar su apariencia, sino aborrecerla, porque se ha acostumbrado a ella y ahora le interesa la de sus modelos. Luego, cuando crezca, estará cada vez más enamorado de su apariencia pasada. Podemos tener una pareja hermosa, entonces, y con los años, ya no apreciar con la misma intensidad su belleza.

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Pero lo curioso es que lo mismo puede ocurrir con una persona de apariencia corriente, incluso algo fea, no ya para los ideales de los medios de comunicación, sino para lo que una persona de forma instintiva considera como deseable.
Esa persona cuya apariencia nos desagrada, si nos damos la oportunidad de convivir con ella, va con el tiempo pareciendo menos fea. Nos acostumbramos a sus rasgos físicos y terminan por no parecernos desagradables, solo normales.
¿Significa esto que la belleza o la fealdad se pierden con la costumbre de ver a alguien? No lo creo. Lo que sucede es que, una vez conocida la persona, ya la sensación de belleza no necesita tanto de las impresiones directas, y pasa a otras áreas.
Es ahí donde entra una regla menos importante al principio, pero que pronto lo va siendo cada vez más.
La belleza es aquello que nos haga felices. La fealdad, lo que nos hace sentir mal.
Ya no es que algo por ser bello nos haga felices, es que algo por hacernos felices lo percibimos como bello.

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Es por esto que alguien pudiera considerar de buen gusto un sitio que a primera vista parece desprovisto y desordenado, o que un lugar decorado con esmero parezca más horrible de lo que es si en él se han vivido episodios desagradables.
La maestra regordeta de mediana edad puede parecernos simpática en el recuerdo mientras que una ex que está siempre arreglada no soportamos ni verla en fotos.
Un proverbio asiático dice que ningún niño considera fea a su madre, pero habría que ver si esto tiene en cuenta los momentos en que esa madre le inspira terror y ni siquiera tiene el valor de mirarla al rostro.

La belleza de las cosas, a medida que se nos vuelve familiar, pasa a la relación que tenemos con ellas, no tanto a su aspecto exterior, pero ambas sensaciones se van contaminando sin que nos demos cuenta.

Es común también el fenómeno en el que idealizamos una situación que ya no sufrimos, porque hemos salido de ella.
Si estuvimos en un tiempo de enfermedad, estrechez económica, o una mala relación, una vez que salimos de ella, la vemos en retrospectiva mejor de lo que fue, porque la recordamos con la sensación de bienestar del presente, no con la del malestar de ese pasado, y solo nos centramos en la vez que alguien nos hizo compañía, o un amigo nos ayudó.
Igual puede pasar que seamos muy infelices con un presente que luego, pasado el tiempo, descubrimos que encubría una felicidad que ahora añoramos.

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Así, quizás sea prudente aceptar en nuestra vida, si tenemos opción, a quien mejor nos trate, o al menos aferrarnos a los momentos en que nos trataron bien.
No necesitamos, quizás, si no podemos permitírnoslo, de objetos y lugares muy caros, sino de objetos y lugares entrañables, donde nos sintamos a gusto.
Algo costoso puede causarnos incluso malestar, debido a los esfuerzos que tenemos que hacer para costearlo, por lo que puede llegar a parecernos desagradable con el tiempo, en una contradicción que no siempre podemos comprender.
En este caso, somos nosotros, y no la sociedad, los únicos que podemos irles dando grado de valor y belleza a las cosas. El resto de las personas no sabría tomar esas decisiones por nosotros, y solo deberíamos guiarnos por ellos de forma general.
Así pues, mírate al espejo.

Tírate una foto de vez en cuando. Crea recuerdos agradables con tus allegados. Tómate el tiempo de apreciar los lugares por los que frecuentas y que te has acostumbrado a ignorar.
Recordarás que, a pesar de los problemas del presente, es posible hallar belleza en ellos. Si percibes la vida como un milagro, te maravillará.

Si la percibes como una herida, estar en ella lo verás como un acto de incomprensible crueldad.