Un día de luz en casa de Yumirco.
𝐇𝐨𝐲 𝐞𝐬 𝐣𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬, «𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐥𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞», 𝐞𝐥 𝐝𝐢́𝐚 𝐝𝐞𝐥 #𝐓𝐁𝐓. Encontrarse con el recuerdo en las tantas aristas del tiempo. Es que el tiempo, es ese tejedor incansable de memorias y emociones. Bien, aquí vamos de nuevo:
Un día de luz…
Era una mañana de esas de finales de los setenta, clara y serena, con ese aire de día importante. En la casa de los Ramírez Hernández, el olor a café recién hecho se mezclaba con el perfume dulzón de las flores blancas que Rita había puesto con tanto mimo en el altar casero, ese rinconcito especial de la sala. Pero la luz, ese día, era Yumirco. Ahí estaba, con su vestido blanco de organza, un poquito tieso aún del almidón que su mamá le había puesto la noche anterior con tanto cuidado. Ese día era su Primera Comunión.

Foto tomada de la foto guardada en el álbum de los recuerdos.
Cortesía de mi sobrina Gilda Ramírez, vía WhatsApp.
Desde que salió el sol, la casa era un ir y venir. Tía Rita no paraba, revisando cada detalle, obsesionada con que todo estuviera impecable para su niña, mi prima. Tío Pablo, sentado en su butaca de siempre, les miraba, con esa mezcla de orgullo callado y la ternura que solo dan los años, viendo a su esposa y a sus hijas moverse de aquí para allá. Las hermanas de Yumirco, entre risas y comentarios sobre cómo sería la misa, la ayudaban a peinarse, colocando con la delicadeza del mundo la coronita de flores en su cabeza.
El sol ya estaba calentando bien cuando todos salimos rumbo a la iglesia del barrio. No era una catedral, pero sí de esas con muros de bloque de cemento que parecen guardar todas las oraciones y secretos de años. En la puerta, un montón de niños esperaban, todos de blanco, con esa mezcla de nervios y emoción que solo se tiene a esa edad. Nosotros, los familiares, íbamos buscando sitio en los bancos de madera, esos que rechinan un poquito cuando te sientas.
La misa empezó, y se sentía ese ambiente solemne de los cantos en el aire. El Párroco habló de lo importante que era ese momento, de cómo se abría el corazón a Dios. Y cuando la llamaron, Yumirco caminó hacia el altar. Tenía los ojos que le brillaban. Juntó las manitas, hizo una pequeña reverencia casi sin que se notara, y recibió la hostia. Justo ahí, sentada de nuevo, sintió una paz grandísima, como un calorcito suave que le llegaba hasta el alma —imagino—.
Al salir, nos juntamos todos en la calle, frente a la iglesia, para la foto. ¡Esa foto! Ahí está Yumirco, bien a la derecha, con su vestido blanco casi cegador bajo el sol. A su lado, sus hermanas, pura sonrisa. Y en el centro, su Papá y Mamá, viéndola, con esa cara de felicidad y quizás un poco de no creer lo rápido que pasa todo. Esa imagen atrapó un pedacito de ese día, donde se mezcló la inocencia con algo sagrado, en una escena que huele a familia y tradición.
La fiesta siguió en casa, claro. Abrazos iban y venían, risas por todas partes, y la mesa puesta con todo lo rico que había preparado Tía Rita. Fue un día de esos que se quedan conmigo, que no se van. Un día que vive en la memoria y en el corazón de los Ramírez Hernández, más allá de la foto, más allá de todos los años que han pasado.
Si quieres participar, me parece que aún estás a tiempo, tienes hasta las 11:59 pm de HOY JUEVES, así que apúrate y recuerda cumplir las reglas.
ℂ𝕠𝕟𝕔𝕦𝕣𝕤𝕠 𝕕𝕖 𝕋𝔹𝕋 - 𝕌𝕟 𝕕𝕚́𝕒 𝕕𝕖 𝕖𝕤𝕠𝕤.
También pueden revisar las últimas publicaciones en la casa de la Comunidad #TopFamily
Portada de la iniciativa.
A ver si se animan, las amigas @tiffanny y @faniaviera, y el amigo @silher…
CRÉDITOS
Imagen: de mi propiedad.


!INDEED
Que bonito
Que linda foto, todos se ven felices.