Por lo visto, aquella tarde pintaba tranquila, de esas que pasan sin mucho ruido en casa, como tantas otras. La luz del sol se colaba suave por la ventana, calentando los rincones con esa calidez tan familiar. Y ahí, en el centro de todo, estaba Sofía. Tenía justo veinte meses y estaba montada en su silla alta, que la verdad, parecía un trono improvisado para ella. Delante, un plato de papilla. Pero no, no era solo para comer. Para sus manitas inquietas, se había convertido... ¡en el lienzo perfecto!

Su mamá (la que me contó todo esto, con ese brillo tan bonito en los ojos) decidió que tenía que capturar ese momento. Y justo cuando enfocó con el celular... ¿sabes esa sensación? Como si el mundo se detuviera un segundo. Sofía, ni se enteró de la cámara. Estaba totalmente concentrada en lo suyo, remover la papilla. ¡Con una seriedad que daba risa y era pura ternura a la vez! Sus manitas, esas manitas regordetas, se movían con la precisión de un pequeño explorador en un continente nuevo. Y la papilla, cremosa y suave, pues acabó convertida en un mapa... sí, un mapa de texturas y formas que se extendía por la mesa con la misma osadía que su pequeña creadora.

Esa foto, aunque no se vea, guarda más cosas. El olor dulzón de la papilla, por ejemplo, que -¡hasta parece que lo huelo ahora mismo!- se impregnaba en el aire. Los murmullos de la mamá, que seguro intentaba -en voz baja- persuadir a Sofía de comer un poco más decentemente. Y claro, la risa. Esa risa que solo un bebé, como Sofía, puede soltar. Una melodía desbordante, auténtica, sin filtros.

Cuando vi la foto la primera vez -sí, pasando las fotos en el móvil, así casual, como me contó-, me dijo: “Mira lo que hizo Sofía”. Lo dijo con esa mezcla de “bueno, qué se le va a hacer” y de orgullo puro. Y en ese momento, ¡zas!, la escena se montó en mi cabeza. Me imaginé el final de fiesta, el mantel con sus manchurrones de papilla por todos lados, las risas resonando en el espacio, y a la mamá, al final, limpiando todo aquello con esa paciencia que solo las madres tienen.

Y es que, contando esto, no solo cuento lo que me describieron. Me parece que estoy hablando de una experiencia universal, de esos pequeños actos cotidianos que, sin darte cuenta, se quedan grabados para siempre. En esa foto hay mucho más que una niña y su papilla. Hay amor, hay un instante detenido. Es la prueba de que lo más simple es muchas veces lo más trascendente. Sofía, con su mundo de papilla -traviesa-, me recordó algo bonito. La belleza de los primeros pasos, de esas travesuras que pasan rápido, pero que te anclan a lo que de verdad importa en la vida. ¡Feliz Primero de Mayo, mis queridos lectores!

Si quieres participar, me parece que aún estás a tiempo, tienes hasta las 11:59 pm de HOY JUEVES, así que apúrate y recuerda cumplir las reglas.

ℂ𝕠𝕟𝕔𝕦𝕣𝕤𝕠 𝕕𝕖 𝕋𝔹𝕋 - 𝕌𝕟 𝕕𝕚́𝕒 𝕕𝕖 𝕖𝕤𝕠𝕤.

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^{Portada de la iniciativa.}

A ver si se animan, las amigas @tiffanny y @faniaviera, y el amigo @silher…

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CRÉDITOS

• Imagen: de mi propiedad.

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