What I need for a full life / Lo que necesito para una vida plena (eng-esp)

Hello, friends of Holos & Lotus:

I'm always pleased to participate in the initiatives (or non-initiatives) provided by our friend @emiliorios. This time he brings us another interesting topic, not only for what he tells us, but for the variety of recipes for happiness he's read over the last few days.

If I had to define my happiness, it would be like a building. A building that needs a solid foundation, strong pillars, and a space where the soul can breathe. In my opinion, it's something that only comes with maturity, and after years of searching, he found the perfect materials to build it.
My family and friends are the unshakeable foundation I use as my foundation. I always try to surround myself with them, because they are also my safety net, my point of origin, and my destiny. Family, the one that comes to you through blood, and the other, the one you choose over time.

Family is the cornerstone of society, but for me it's even more: it's the cornerstone of my world. In their laughter, their advice, and their unconditional support, I find a strength that doesn't exist anywhere else. They are the haven I always return to.
On that foundation, I decided to build a life of authenticity. I choose to work and do only what makes me happy, and as long as it makes me happy. I've given up the idea that life should be a succession of gray obligations. I don't live in Momo's novel.
If something doesn't fill my soul, I don't dedicate my energy to it. This applies even to the smallest things, like reading. Right now, I only read what I like, what I'm passionate about. I don't finish books out of obligation, nor do I waste time on stories that don't captivate me. Every minute is too valuable to waste on suitors.
It's not like when I started writing, when I read books I didn't like, just because I had to read them to be a writer… not anymore. I decided I wouldn't do that again.
For example, if I don't want to cook and want to eat ice cream, then I buy ice cream.

And if there's one thing that gives meaning to every minute of my life (apart from ice cream), it's literature. I live for it. Reading and writing my stories and novels isn't a hobby; it's a necessity as vital as breathing. I can work three jobs to put food on the table, I can be exhausted at the end of the day, but there will always be a corner of time for words.
I don't mind if it doesn't bring me a cent (although my dream is to live off it one day); its reward is much greater: it is the joy of the soul, peace of mind, and the feeling of doing exactly what I was born to do.

On this path, I don't walk alone. I am always surrounded by animals. Pets are the pure embodiment of loyalty and selfless affection. They don't judge, they don't hold grudges, they just love. Lara, my dog, is my faithful shadow. His excitement at seeing me come home, his head resting on my knee as I write... those small gestures make me extremely happy. They are constant reminders of the simple and true things.
To protect this ecosystem of happiness he created, you must be a jealous guardian. Avoid checking out any person or situation that is negative or harmful. Removing toxicity is like cleaning the air I breathe, allowing only what nourishes me to enter.

And, at the heart of it all, is a simple yet profound principle: I like to make my loved ones happy. Their well-being is mine. Seeing my partner's smile, my friends' joy, my family's peace of mind... that is the measure of my own success.
My happiness isn't just for me, but for everyone. It's something that multiplies when I share it. In the end, I discovered that the recipe wasn't to seek happiness for myself, but to create it around me and, in the process, find myself immersed in it.

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Versión en español

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Hola, amigos de Holos & Lotus:

Me complace siempre participar en las iniciativas (o no iniciativas) proporcionadas por nuestro amigo @emiliorios. Esta ocasión nos trae otro tema interesante, no solo por lo que nos dice, sino por la variedad de recetas de felicidad que he leído durante estos días.

Si tuviera que definir mi felicidad, sería como un edificio. Un edificio que necesita unos cimientos sólidos, unos pilares fuertes y un espacio donde el alma pueda respirar. A mi entender, es algo que solo se consigue con la madurez, y tras años de búsqueda, he encontrado los materiales perfectos para construirla.
Mi familia y mis amigos son la base inquebrantable que utilizo de cimiento. Busco rodearme de ellos siempre, porque también son mi red de seguridad, mi punto de origen y mi destino. La familia, esa que te viene dada por la sangre y la otra, la que eliges con el tiempo.

La familia es el pilar fundamental de la sociedad, pero para mí es aún más: es el pilar de mi mundo. En sus risas, sus consejos y su apoyo incondicional encuentro una fuerza que no existe en ningún otro lugar. Son el puerto al que siempre regreso.
Sobre esa base, he decidido construir una vida de autenticidad. Elijo trabajar y hacer solo lo que me hace feliz y: mientras me haga feliz. He renunciado a la idea de que la vida debe ser una sucesión de obligaciones grises. No vivo en la novela de Momo.
Si algo no me llena el alma, no le dedico mi energía. Esto aplica hasta para lo más pequeño, como la lectura. En estos momentos solo leo lo que me gusta, lo que me apasiona. No termino libros por compromiso ni pierdo el tiempo con historias que no me atrapan. Cada minuto es demasiado valioso para malgastarlo en pretendientes.
No es como cuando comencé a escribir que me leía libros que no me gustaban, solo porque tenía que leerlos para ser escritor… ya no. Decidí que no lo volvería a hacer.
Por ejemplo, si no quiero cocinar y quiero comer helado, pues compro helado.

Y si hay algo que da sentido a todos mis minutos (aparte del helado) es la literatura. Vivo por y para ella. Leer y escribir mis cuentos y novelas no es un hobby; es una necesidad tan vital como respirar. Puedo tener tres trabajos para llevar la comida a la mesa, puedo estar exhausto al final del día, pero siempre habrá un rincón de tiempo para las palabras.
No me importa que no me aporte un centavo (aunque el sueño es vivir algún día solo de ella); su pago es mucho mayor: es la alegría del alma, la paz mental y la sensación de estar haciendo exactamente lo que nací para hacer.

En este camino, no voy solo. Siempre estoy rodeado de animales. Las mascotas son la representación pura de la lealtad y el cariño desinteresado. No juzgan, no guardan rencor, solo aman. Lara, mi perrita, es mi sombra fiel. Su entusiasmo al verme llegar a casa, su cabeza apoyada en mi rodilla mientras escribo… esos pequeños gestos me hacen extremadamente feliz. Son recordatorios constantes de las cosas simples y verdaderas.
Para proteger este ecosistema de felicidad que he creado, debo ser un guardián celoso. Evito activamente a toda persona o situación que sea negativa o perjudicial. Alejar la toxicidad es limpiar el aire que respiro, permitiendo que solo entre lo que me nutre.

Y, en el centro de todo, está un principio simple pero profundo: me gusta hacer feliz a mis seres queridos. Su bienestar es el mío. Ver la sonrisa de mi pareja, la alegría de mis amigos, la tranquilidad de mi familia… esa es la medida de mi propio éxito.
Mi felicidad no es solo para mí, sino para todos. Es algo que se multiplica cuando la comparto. Al final, he descubierto que la receta no era buscar la felicidad para mí, sino crearla a mi alrededor y, en el proceso, encontrarme inmerso en ella.