Dreaming costs nothing / Soñar no cuesta nada (eng-esp)

Hello, my friends.

I've always believed that words, the ones I draw from deep within to leave on a blank page, are the most intimate testimony of a struggle.
An internal struggle of the voices that tell me I can't achieve it. Not something specific, but anything that comes to mind. Sometimes others tell me this, and sometimes I tell myself.

Some even tell me that I'm always dreaming, with my head in the clouds, and that I won't be able to do even half of what I set out to do.

However, there's a quote by Anthony Robbins that says: "Setting goals is the first step to turning the impossible into possible."
And it's very true.
I know this because I've experienced it. On this island where the immediate (the resolution of the day-to-day) often clouds the horizon. Dreaming of being a writer, of my stories crossing borders of water and harassment, seemed, on more than one occasion, an exercise in madness.

I still believe it... but it's what I love.

How can I dedicate hours to filling pages when the outside world demands concrete solutions and moves so quickly?

The temptation to give up, to accept that "this isn't for me," lurks around every corner, in every problem that presents itself (and in Cuba, it's very common). But I'm clear, with the iron certainty that comes with age, that if one thing is certain, it's that if we don't try, it won't be achieved.
The "no" is already a given, it's guaranteed. Defeat by omission is the only sure thing, the most humiliating, because it doesn't even allow us to learn a lesson. It's the coward's solution, I think.
Simply trying, on the other hand, is already a victory over inertia.

But dreaming isn't delirious. It's not about closing your eyes and waiting for a miracle. This is where my mother's Creole wisdom comes in: it's about keeping your feet on the ground.

Dreaming, for a Cuban, for a Latino, for anyone in the world, is an act of militant realism. We have to be aware of what we give and what we can do with what we have.

My goal isn't to publish a best-selling trilogy overnight.

My first goal was to finish a story. Then, to get the book. Then, to share it at a literary gathering, even if it was in a courtyard with rickety chairs. Dreaming with your feet on the ground is building the ladder to the impossible, step by step, with whatever materials you have on hand, however scarce they may be. Then the first book, the second, and so on.
And I've been achieving it.
Dreaming is understanding that the path is made by walking, as Joan Manuel Serrat says, but with a clear direction marked in your heart.

And on that journey, I can stumble. God knows I've stumbled quite a bit 😂. I've had manuscripts rejected, ideas that went nowhere, pages erased out of pure frustration.
The fear of failure is a traveling companion for anyone who dares to create. It's that voice that whispers: What if you're not good enough? What if you make a fool of yourself? But I learned, the hard way, that this fear can't stop us.
We learn from mistakes (although it sounds cliché). Every "no," every critique in writing workshops polished me. Every failed text taught me a word I should avoid (like rhyming with Tocororo in a romantic poem, right, @daveza?), a structure that didn't work.
Failure isn't a wall; it's a stern, but fair, teacher. It takes the vanity out of the dream and injects it with skill, resilience, and character.

When I'm in doubt, I look around me, I look back at history. How many great achievements in science and art began with someone saying that's impossible? And yet, a dreamer made it a reality.

From the man who dreamed of flying and broke his ribs in the attempt, to the deaf musician who composed a symphony, or the scientist who saw a universe in an equation while the world burned in war. They all set a goal that, for their contemporaries, bordered on heresy or insanity.

I, a man with a fantastical idea, a computer ready to fill pages, living on an island of paradoxes, join that army of earthly dreamers.
My goal is not to change the world, but to try to do so through literature. My dream is to narrate my fantastical world with the most raw and beautiful truth I can find. And that goal, which once seemed impossible, has now become my possibility, my reality in all its facets, not just in literature. This is just one example that can be applied to my entire life.
And every day I continue to add dreams to my reality.
Because the first step, the most radical act of faith, is always a matter of drawing a line in the sand and saying: Everything begins here.
The rest... the rest will come by itself.

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Versión en español

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Hola, amigos míos.

Siempre he creído que las palabras, estas que extraigo de lo más hondo para dejarlas en la página en blanco, son el testimonio más íntimo de una lucha.
Una lucha interna de las voces que me dicen que no podré lograrlo. No algo en específico, sino cualquier cosa que me venga a la mente. En ocasiones me lo dicen otros, y en ocasiones me lo digo yo mismo.

Hay quienes incluso me dicen que siempre ando soñando, con la cabeza en las nubes y que no podré hacer ni la mitad de lo que me propongo.
Sin embargo, hay una frase de Anthony Robbins que dice: “Establecer metas es el primer paso para convertir lo imposible en posible”.
Y es muy cierta.
Lo sé porque lo he vivido. En esta isla donde lo inmediato (la resolución del día a día) a menudo nubla el horizonte. Soñar con ser escritor, con que mis historias traspasen fronteras de agua y acoso, parecía, en más de una ocasión, un ejercicio de locura.
Aún lo creo... pero es lo que amo.

¿Cómo dedicar horas a llenar cuartillas cuando el mundo exterior exige soluciones concretas y se mueve tan de prisa?
La tentación de rendirse, de aceptar que “esto no es para mí”, acecha en cada esquina, en cada problema que se me presenta (y en Cuba es algo muy frecuente). Pero tengo claro, con la certeza férrea que dan los años, que si algo es seguro es que, si no lo intentamos, no se logrará.
El “no” ya está dado, está garantizado. La derrota por omisión es la única segura, la más humillante, porque ni siquiera permite extraer una lección. Es la solución del cobarde, pienso.
El simple intento, en cambio, ya es una victoria sobre la inercia.

Pero soñar no es delirar. No se trata de cerrar los ojos y esperar un milagro. Aquí es donde entra la sabiduría criolla de mi madre: es tener los pies en la tierra.

Soñar, para un cubano, para un latino, para cualquier persona del mundo, es un acto de realismo militante. Tenemos que ser conscientes de lo que damos y con lo que podemos hacer con lo que tenemos.
Mi meta no es publicar una trilogía bestseller de la noche a la mañana.

Mi primera meta fue terminar un relato. Luego, conseguir el libro. Después, compartirlo en una peña literaria, aunque fuera en un patio con sillas desvencijadas. Soñar con los pies en la tierra es construir la escalera hacia lo imposible, peldaño a peldaño, con los materiales que se tengan a mano, por escasos que sean. Luego el primer libro, el segundo y así consecutivamente.
Y lo he ido consiguiendo
Soñar es entender que el camino se hace al andar, como dice Joan Manuel Serrat, pero con un rumbo claro marcado en el corazón.

Y en ese caminar, puedo tropezar. Dios sabe que he tropezado bastante 😂. He tenido manuscritos rechazados, ideas que no llegaron a ningún lado, páginas borradas de pura frustración.
El miedo a fallar es un compañero de viaje para cualquiera que se atreva a crear. Es esa voz que susurra: ¿Y si no eres lo suficientemente bueno? ¿Y si quedas en ridículo?. Pero aprendí, a fuerza de golpes, que ese miedo no puede detenernos.
De los errores se aprende (aunque suene a cliché). Cada “no” cada crítica en los talleres literarios me pulió. Cada texto fallido me enseñó una palabra que debía evitar (como rimar con Tocororo en un poema romántico, ¿No es así, @daveza?), una estructura que no funcionaba.
El fracaso no es un muro; es un maestro severo, pero justo. Le quita la vanidad al sueño y le inyecta oficio, resiliencia y carácter.

Cuando dudo, miro a mi alrededor, miro hacia atrás en la historia. ¿Cuántos grandes logros de la ciencia y el arte comenzaron con alguien que decía eso es imposible? Y sin embargo, alguien soñador lo hizo realidad.

Desde el hombre que soñó con volar y se rompió las costillas en el intento, hasta el músico sordo que compuso una sinfonía, o el científico que vio un universo en una ecuación mientras el mundo ardía en guerra. Todos ellos establecieron una meta que, para sus contemporáneos, rayaba en la herejía o la demencia.

Yo, un hombre con una idea fantasiosa, una computadora lista para llenar cuartillas, viviendo en una isla de paradojas, me sumo a ese ejército de soñadores terrenales.
Mi meta no es cambiar el mundo, sino tratar de hacerlo a base de literatura. Mi sueño es narrar mi mundo fantástico con la verdad más cruda y bella que pueda encontrar. Y esa meta, que un día pareció imposible, hoy se ha convertido en mi posible, en mi realidad en todas sus facetas, no solo en la literatura. Esta es solo un ejemplo que se le puede aplicar a toda mi vida.
Y cada día sigo añadiéndole sueños a mi realidad.
Porque el primer paso, el acto de fe más radical, siempre será trazar la línea en la arena y decir: Desde aquí comienza todo.
Lo demás... lo demás viene solo.